11 agosto 2010

EL MEJOR CANDIDATO

por Graciela Vera
periodista independiente

La elección de un candidato a la presidencia de un país siempre conlleva preocupación para los ciudadanos, ya sea que recaiga en ellos la responsabilidad de su elección (caso primarias de Uruguay) o que se le designe en el seno del Partido (convenciones partidistas en España).

No debería resultar tan inquietante. No es necesario que un presidente sea un estadista, entre otras cosas porque los estadistas conforman una clase cada vez más escasa.

Ni siquiera se le pediría que sea una persona carismática. Hitler fascinaba multitudes.

Ni ser el más querido por todos sus gobernados. Kennedy y Lincoln fueron asesinados.

¿Qué define al hombre o la mujer que será un buen presidente?

Es imposible predecir cual será el comportamiento de un político cuando deje de ser un ciudadano más, para pasar a ser quién represente y legisle el entorno en el que éstos viven.

No se puede hablar de porcentajes de aciertos en este difícil arte adivinatorio. Los zahoriés reafirman sus pronósticos cuando han sido acertados, pero dejan que se difuminen totalmente cuando los han errado.

Podemos saber que se espera de un presidente, pero no podemos saber de antemano si un determinado individuo tiene la capacidad de darlo.

Un buen presidente debe saber elegir y escuchar.

La elección de su equipo resulta fundamental en su función.

Y una buena elección no significa escoger caras bonitas ni dar prioridad a porcentajes, es simple y llanamente seleccionar a los mejores en cada materia.

Que tampoco implica a los más inteligentes, sino a los que aunen conocimientos y cintura política para poder llevar a buen término la gestión.

Conformado ese equipo resta la prueba más difícil: saber escuchar y tener la suficiente humildad para dejarse asesorar.

Quizás para elegir un candidato no sea necesario mirar con lupa a una determinada persona sinó observar su entorno.


Desde el sur del norte, provincia de Almería, agosto 2010.


05 agosto 2010

CUERNOS A LA CATALANA


por Graciela Vera

periodista independiente



Este artículo no pretende inmiscuirse en la controversia a favor o en contra de las corridas de toros; sólo intenta desenmascarar el camuflaje que ha aglutinado a los nacionalistas e independentistas antiespañoles bajo la falsa imagen de compasión por los animales





El 27 de junio el Tribunal Constitucional fallaba sobre el Estatuto de Cataluña y echaba por tierra la pretención de convertir a la comunidad en nación al establecer claramente queLa Constitución no conoce otra (nación) que la nación española”.


El 28 de julio, el Parlamento de Cataluña aprobó por 68 votos a favor, 55 en contra y 9 abstenciones la supresión de las Corridas de Toros en toda la comunidad catalana a partir del año 2012.


El 1 de agosto los profesionales del toro de toda España han hecho público un manifiesto pidiendo el cese de “la manipulación política de la fiesta”.


¿Puede alguien ser tan ingenuo de pensar que en los dos primeros casos estamos ante distintos intereses o que en el tercero ha habido una interpretación errónea?


¿Podemos definir cuánto hay de defensa de los animales y cuánto de política separatista en toda la publicitada mojiganga?


En la ocasión el espectáculo no estuvo en el coso taurino sino en un expuesto anfiteatro parlamentario; hubieron muchos intereses sobrevolando la discusión pero la ética y el respeto a los animales, precisamente esos no han estado presente.


Tanto los que votaron a favor como los que lo hicieron en contra de la supresión estaban debatiendo simbologías y participando de una pulseada encubierta entre separatistas y españolistas.


Los toros de lidia representan parte de la cultura de España y como todo lo español están demás en la nueva educación catalana y, así como se prohibe (o intenta prohibirse) el uso del idioma español en escuelas y establecimientos públicos; de la misma forma que se posterga el uso de la bandera nacional, los independentistas catalanes quieren cercenar también esta otra efigie de la españolidad.


La dignidad de los animales poco tuvo que ver en esta discusión, la cuestión por la que el tema fue llevado a debate parlamentario se centró en un trasfondo netamente político que utilizó como catapulta el mensaje de los defensores de los animales, burlándose de ese mismo mensaje.


Que la supresión de las corridas de toros no llame a engaño; el mismo día que era aprobaba la ley, a pocos kilómetros de distancia, en la misma Cataluña se ponía nuevamente en práctica una costumbre más bárbara que la del toreo y en la cual el animal sufre una verdadera tortura: los toros embolados o toros de fuego.


Los mismos políticos que levantaron la mano para votar contra las corridas de toros, aprueban y defienden esta otra “fiesta brava” como parte de la tradición popular en muchos pueblos de Cataluña.


No han sido prohibidas ninguna de las modalidades de correbous que siguen siendo el epicentro de las fiestas catalanas. No hemos visto campañas masivas y mediáticas en su contra.


Simplemente su prohibición tendría un coste político muy alto para los pseudo defensores de los toros. Corridas no, correbous si.


¿Qué son los correbous?


Fiesta popular que, entre otros, se celebra en muchos pueblos de la provincia catalana de Tarragona.


En los correbous los toros suelen ser maltratados incluso hasta la muerte del animal. Muchos toros son apaleados, mueren ahogados, quedan ciegos o sufren graves quemaduras.


Hay varios tipos de correbous:


Toro de fuego o toro embolado: el animal es inmovilizado contra un poste atándolo por los cuernos y sujetándole patas y rabo. En este estado se le atan unas antorchas o bolas de material inflamable en los cuernos untados con alquitrán y se les prende fuego. Se suelta el animal que, aterrorizado muge desesperadamente, babea y da cabezazos intentando deshacerse de las bolas de fuego de las que cae líquido candente y brasas que queman sus ojos, su morro y su cuerpo. En algunas ocasiones se colocan fuegos artificiales en los cuernos del toro.


Es una modalidad tradicional en varias localidades tarraconenses como Amposta.


Toro ensogado: se atan cuerdas a los cuernos del animal que es violentamente arrastrado por las calles. Las cepas del cuerno sufren graves traumatismos y pueden constatarse profundos desgarros en los músculos del cuello.


Esta modalidad es muy celebrada en algunos municipios como Cases d'Alcanar.


Toros al mar: en este caso los animales son perseguidos y acorralados hasta que rebalan y caen al mar o se tiran, desesperados por tanta persecución. Es un festejo en el que algunas veces el aninal muere ahogado, común a varias localidades costeras de Tarragona


Encierros: toros o vaquillas son soltados en las calles donde reciben golpes con palos o varas hasta que terminan en una plaza donde son capeados o toreados. Las heridas y fracturas son comunes al golpearse los animales contra los objetos que encuentran en su camino o resbalar en el asfalto. También se celebra en diversas poblaciones de Tarragona.


En todos los tipos de correbous puede darse la muerte del animal por agotamiento o ataques al corazón debido al stress y sobreesfuerzo.


No pretendemos juzgar ni costumbres ni tradiciones.

Ni los correbous se realizan sólo en territorio de Cataluña, ni las corridas de toros son prácticas sólo españolas.

Sólo pretendemos mostrar la incongruencia de una política que esconde sus verdades en ambigüedades.


Desde el sur del norte, provincia de Almería, agosto 2010