01 julio 2010

DEBACLE



graciela vera

periodista independiente


En menos de una década he podido observar la destrucción de un país.

No lo devastan ni agentes externos ni luchas fraticidas.

Ni siquiera la grave crisis económica que le afecta podría llegar a hacerle tanto daño a su estructura como nación, como el que ha venido soportando durante los últimos seis años la que había llegado a ser conocida como la próspera España.

No resulta una experiencia agradable verse reducido a mero observador de su decadencia.

El inicio de la debacle pasó desapercibido para la mayoría de los españoles que creyeron estar frente a lo que consideraron tan sólo excentrincidades con mucho de bufonadas de una clase dominante que no se caracteriza, precisamente por sus dotes de estadista.

Primero se premió a todos, las corporaciones, clanes, camarillas o colectivos afines a la ideología en el poder. Una ideología saturada de rencores y envidias impuestas a las masas de fácil manipulación y que fue avasallando principios, derechos y Poderes.

El coctel perfecto para oradar profundamente el corazón de lo que ahora sabemos, es una mal asentada democracia, porque su llegada no fue acompañada por el raciocinio y el leal compromiso partiadario.

Los padres de la moderna España no lograron erradicar los odios fraticidas y no se necesitó más que una Presidencia incompetente para que se abriera la Caja de Pandora.

En España se vuelve a poner en peligro el futuro de la democracia.

La universalidad de la crisis económica se ha convertido en la máscara tras la que se pretende ocultar el desmembramiento de los valores que sostienen la nación.

La interpretación torticera del término libertad, más allá de pretender ocultar ambiciones personales y enfermedades políticas, se ha convertido en una nueva caza de brujas, sólo que en esta oportunidad los brujos no son seres individuales sino instituciones y dogmas que representan a muchos miles y que tiene por bandera a la dignidad humana.

Los mandamás de turno no dudaron en manipular el dolor para llegar al poder.

Hoy por hoy el albedrío, la civilidad, la religión, la disparidad y el odio, han sido astutamente mezclados en un mismo perol, logrando amalgamarlos en un único y prefijado objetivo: debilitar la democracia y allanar el camino hacia el desorden genérico.

El primer paso está dado: la desconfianza entre españoles que ha conenzado a abrir brechas en su ya desestabilizada unificación.

España no ha aprendido la lección, o las reiteradas lecciones de su historia. Su gente camina apresuradamente hacia otra enorme piedra. El tiempo se agota para que aparezcan los valedores que eviten el nuevo tropiezo

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