En España la violencia de género se ha convertido en algo más que un drama que parece imposible detener.
Una muerte cada cinco días es un balance que reclama soluciones que no aparecen y que deja en descubierto la falta de posibilidades políticas y sociales para ponerle freno.
En el primer ámbito se insta a una denuncia que no hace más que dejar en descubierto las carencias para apoyar eficazmente a las mujeres amenazadas.
En lo social la defensa de los derechos se difumina entre lo cultural y el costumbrismo. Un minuto de silencio no es suficiente para acallar los rumores a la vuelta del minutero...”algo habrá hecho para que....”
Por otra parte la inmigración proveniente de culturas donde los derechos de las mujeres están disminuídos o totalmente vetados, se ha prendido a las raíces de una sociedad tradicionalmente machista.
Cincuenta y siete mujeres asesinadas en lo que va del año por sus parejas o ex parejas están diciendo que algo ha fallado en la España de la esperada igualdad.
Precisamente el Ministerio de Igualdad ha dado la alerta: el problema escapa de las generaciones adultas y cobra mayor gravedad al germinar entre adolescentes.
A partir de un estudio que tomó como base a 11.000 estudiantes con una edad media de 17 años se constató que el 13,1 por ciento de los chicos reconoce haber abusado ya, en algún momento de su pareja, mientras que sólo el 9,2 por ciento de las chicas se ha sentido maltratada.
Muchos más jóvenes de los que sería deseable justifican el machismo y el maltrato pero lo también grave es que las chicas no parecen reconocerlo.
El dato resulta aterrador teniendo en cuenta que se estaría perdiendo la perspectiva de una situación que está dando por traste con el tan pregonado cambio cultural.
¿Qué ha fallado en la educación de las nuevas generaciones?
Algo importante ha quedado olvidado por el camino. Una asignatura que se ha dictado tan mal que la libertad se ha entendido por libertinaje y la igualdad equivocadamente se conjugó como sinónimo de sometimiento.
Para muchos jóvenes la masculinidad sigue teniendo su base en el sexismo y la violencia.
La sumisión es considerada como un valor, tanto por varones como por mujeres adolescentes. Casi dos de cada diez chicos considera que si una mujer es maltratada por su pareja y no la abandona, es porque no le disgusta la situación.
Podríamos pensar que ninguna mujer se haría eco de semejante razonamiento. Nos equivocamos -y por eso nos preocupamos tanto- el 5,4 por ciento de las adolescentes está de acuerdo con ello.
Otro impresionante razonamiento en pleno siglo XXI y en un país occidental que se considera liberal, es que casi el diez por ciento de los varones y más del cinco por ciento de las mujeres que apenas han iniciado su vida sexual, está convencido que la mujer debe soportar la violencia doméstica sin denunciarla por el bien de sus hijos.
Más del 18 por ciento de los chicos encuestados está convencido de que los insultos a su pareja no son una agresión.
¿Cómo entonces asombrarnos de que el 32 por ciento de ellos y el 25 de ellas tolere el machismo?
¿Acaso puede considerarse normal que una de cada diez adolescentes sea maltratada por su pareja?
Quizás sea momento de comenzar a pensar qué parte de la sociedad está fallando porque ya no es un problema que ataña sólo a una generación.
Desde el sur del norte, provincia de Almería. Julio 2010
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